¿Sabes…?
Es la cosa más retorcida, espeluznante y contradictoria. Tan extraña como la inexistencia de la letra “Ñ” en el vocabulario inglés o como el hecho de que la pizza siendo circular venga en cajas cuadradas.
Porque cuando lo viste por primera vez tuviste la certeza de que se convertiría en un -tu- dolor de cabeza y aun así optaste por reclutarlo. Ignoraste todas las señales condenándote a la peor de las torturas. Fuiste idiota y lo admites abiertamente todas las veces que te sea posible estar encerrado entre cuatro paredes. Pero esa sedosidad e inigualable brillo son tan cautivadoras que te provocan
nauseas con tan sólo mirarlo. El sentimiento es tan fuerte que casi juras que mueres cada vez que lo tienes enfrente, con esa resplandeciente cabellera rubia que rivaliza a la par con el azul cielo y la suavidad que se nota a kilómetros de ese par de exquisitos labios. Sólo atinas a medio curvarte al sentir la
dolorosa sensación palpitando en tu entrepierna y gruñes quedamente al morderte la lengua hasta hacerla sangrar.
Probablemente jamás lo note, razón por la cual sufres cual perro hambriento frente a una carnicería. Pero lo peor no es que esa persona desconozca tus sentimientos, sino que se trata de un chico y desgraciadamente tú también eres hombre. Te repites una y otra vez que está mal, que no es correcto y que si fuera mujer todo sería distinto, pero en la mayoría de las ocasiones siempre llegas a la conclusión de que si
él fuera un ella entonces definitivamente le perderías el gusto. Te tachas de pervertido y encima gay. Gritas internamente blasfemando sobre cualquier estupidez.
Desde que lo convertiste en tu senpai, sí, porque se te ocurrió la genial idea de asignártelo como tu superior y practicar un poco el masoquismo te diste cuenta de que cuanto más pasaba el tiempo, el gusto pasó a ser algo mucho más intenso. Sólo entonces descubriste lo que ya sabías y te negabas a ver: te enamoraste de ese lunático del arte explosivo. Al principio trataste de verlo con una mentalidad abierta y liberal, pero ni bien pasaron unos cuantos minutos y practicaste el “Amaterasu” en la guarida para luego culpar a Itachi y continuar con tu farsa.
Simplemente ya no sabes como lidiar con la situación. Es inaceptable para tu ego el tener uno que otro sueño húmedo con tu ‘senpai’, incluso podrás decir que es asqueroso y que lo odias porque es antinatural y todas esas excusas baratas que habrás escuchado por ahí. Pero sabes que no son más que mentiras, porque en cada una de tus gloriosas y depravadas fantasías, mientras atas a la cama a Deidara y lo sometes a tu voluntad, cuando saboreas su boca al tiempo en que entras por completo en él o cuando se encuentra frotándose contra tu cuerpo estimulándote descaradamente, te sientes como el hombre más dichoso, pleno y poderoso sobre la faz de la tierra. Aun cuando hayas dicho que te casarías con una despampanante morena porque las rubias no te gustan –pero nunca dijiste nada sobre los rubios- , que sería sumisa, carente de conocimientos ninja, dulce, con ojos marrones o verdes y casi de tu estatura no contaste con que la persona por la cual delirarías sería un maldito integrante de tu psicotica organización.
Suspiras resignado por el día de hoy, has perdido la contiendo contra esa susurrante voz que te incita a pensar perversidades que involucran en un cien al ojiazul. Particularmente esa tarde se te ha antojado la imagen de un travieso Deidara dándote placer oral, delineando tu hombría con su húmeda lengua. Casi sientes como escurre algo de tu nariz al tiempo en que se te hace agua la boca. Más tarde te reprocharás todo lo que se te ocurra, por el momento divagarás en esa hermosa fantasía. Últimamente soñar despierto se ha vuelto uno de tus hobbies preferidos.
El suave andar de alguien te devuelve a la realidad. No necesitas voltear, reconoces fácilmente el peculiar sonido de esas pisadas, se trata de él. Das gracias el portar una máscara, más ahora que lo tienes casi enfrente. Finges como es costumbre la voz y lo saludas efusivo desde la roca que tienes por asiento, Deidara sólo responde con una frase ofensiva, llamándote la atención por vago e infantil. Notas casi al instante que el cuello está desabotonado, las gotitas de sudor que resbalan hasta el interior perdiéndose en la camisa de malla. Lo calificas de inmoral, fantaseando sobre inusitados paisajes perfectos para hacerlo gritar de entero placer mientras Deidara continua con su sermón improvisado. Nunca te cansas de escucharlo ni imaginar su rostro ruborizado mencionado tu nombre, tampoco de las veces en las que ha utilizado su arte en tu contra, sabes salir bien librado así que no es de preocuparse. Sueñas con algún día poder decirle eso que te atormenta día y noche y no te deja dormir en paz. Guardas la esperanza de que diga sí, aunque sepas que ese día jamás llegará.
Sólo lo escuchas y suspiras para tus adentros. Te das cuenta de que en todo este tiempo planeando tu venganza contra Konoha y fundando Akatsuki no te habías sentido tan feliz simplemente con tener a esta persona cerca, pero estás al tanto de que sería mucho mejor si él aceptara estar a tu lado por voluntad propia. Si así fuera estás casi seguro de que cometerías cualquier locura, desde disolver la organización, hacer polvo a los hermanos, hasta abandonar tu venganza contra el clan Senju o si te lo pidiera incluso cantarías a todo pulmón ‘Yellow Subamrine’. Cualquier cosa…
Puedes pensar infinidad de cosas sobre esto y lo otro pero nunca dejar de llevarlo presente. Deidara es lo mejor que te ha pasado y auque lo niegues por ratos sabes que sin él un día no tiene productividad. Cada noche antes de encerrarte en tu habitación consideras la opción de formular la regla de compartir habitación por parejas aunque la desechas regularmente, no te sientes preparado para controlar tus instintos de verlo en ropa interior o pijama. Sonríes, si sucediera sencillamente te abalanzarías sobre él y en tres días no se levantaría de la cama. Vuelves a sonreír, Deidara te explica la siguiente misión, tú lo miras como si fuera la cosa más perfecta y hermosa del mundo. Te preguntas si podría llegar a quererte a pesar de que seas un Uchiha, la sola idea del rechazo por eso te hace tener escalofríos. Decides no pensar en ello. Es doloroso y no quieres un bono extra de sufrimiento.
─ … ¿Entendiste Tobi, uhn?
Siempre, no importa el tono, amas esa muletilla.
─ ¡Sí, Deidara-senpai!─asientes con esa voz chillona parándote junto a él. Deidara te dedica una extraña sonrisa antes de comenzar a caminar. Un gesto amable de su parte basta para hacerte actuar tontamente de forma inconsciente. Luego te odiaras pero por ahora no importa. Corres para estar a la par y aunque no puede ver a través de la máscara le sonríes.
“ Te amo ”
Ciertamente tal vez nunca lo sepa. Y aunque mueres por decírselo no lo harás. Porque odia a los Uchihas y de todos tú eres el peor…
… y aun así…
“ Yo te amo ”
─ Senpai…
─ ¿Uhn?
Debes estar loco.
─ Hay algo que debo decirte…
Fin.