Disclaimer: los personajes y serie de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto.
Advertencias: mucho OoC y OC.
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Asumir la responsabilidad.
Dejó caer la última prenda de ropa sucia en la lavadora para seguidamente programar el ciclo de lavado. Últimamente se encontraba muy atareado. Rió quedamente al recordarse de diecinueve años. Nunca en su vida se hubiera imaginado en una vida como la que ahora gozaba. El maullido del pequeño Tama pidiendo ser alimentado cautivó su atención unos segundos. Tama volvió a maullar y Deidara le arrojó un snack que tenía a la mano. Se prometió comprar latas de atún apenas terminara y limpió su frente con el antebrazo. Tomó entre sus manos la canasta de ropa acabada de salir del secador mientras repasa mentalmente los deberes que faltaban por realizarse ese día. Una por una fue colgando en el tendedero, primero la blanca, luego las de colores. Pasan de las dos, el sol se lo dice y le recuerda que aun no ha preparado los alimentos.
—¡Maldición, uhn!—refunfuñó apresurándose a colocar las pinzas.
Caminó con prisa hacia el interior de la casa lanzando las sandalias al entrar.
—Hey. No vas a creer esto, Deidi—lo saludó el Uchiha señalando por encima de su hombro. Sonríe divertido al ver la expresión malhumorada del rubio y con digna agilidad depositó un beso sobre sus labios—. Así que respira profundo.
—¡No hagas…!
Las palabras se atoraron y casi de inmediato enmudeció al mirar lo que debería ser la cocina.
Es un desastre, un verdadero desastre que pinta bastante bien como el resultado de una catástrofe. Prontamente volvió la vista al más alto y este le sonrió en respuesta, colocándose justo detrás suyo.
—¿No te parece adorable?—bromeó rodeando la pequeña cintura.
Casi siente un ojo temblar al tiempo en que el aroma dulzón de la miel con otro sin fin de ingredientes empalagosos llega a su nariz. No es posible. ¿Cómo pudo suceder? Ciertamente estuvo fuera toda la mañana haciendo las compras y poco después de haber llegado se dedicó a lavar. Definitivamente no podía tratarse de nadie más que de…
Afiló la mirada.
—Maeko… uhn.
Madara reprimió la carcajada que luchaba por ser libre, limitándose a curvar los labios con maliciosa satisfacción. La inocente obra de su pequeña le ha caído de perlas, hace ya algún tiempo que desea ver a su otra preciada posesión usar ese delantal y pañuelo blanco*.
—Eso es. Iré por la cámara.—murmura desapareciendo en una estela de humo.
Tama maúlla y es silenciado por una poderosa mirada celeste que al mismo tiempo logra ahuyentarlo. Frotó sus sienes intentando mantenerse lo más tranquilo que le sea posible y a su vez trata de organizarse, piensa ¿por qué parte de la habitación debería empezar?
Mientras se adentra en la cocina puede ver varios cascarones de huevo, harina regada, mermelada, chocolate escurriendo de la mesa y trocitos de avellana. Más allá, cerca del lavaplatos hay una gigantesca mancha de extracto de vainilla y leche. Chasqueó la lengua, molesto. Ahora tendrá que limpiar todo.
Tomó una bolsa plástica y pronto comienza a recoger todo los desechos. Duda en si botar una cuchara plástica ligeramente chamuscada. Suspira pesadamente, pensará en ello después de barrer el resto de los residuos. Saca de su bolsillo una liga con la cual se agarra el cabello en una simpática coleta y se dobla las mangas.
Barre la harina con cuidado. La alarma de la lavadora suena.
Han pasado siete años desde que Akatsuki desapareció de la faz de la tierra y ahora las nubes rojas forman parte de un lejano recuerdo, incluso para él mismo.
“Sino te gusta… lo haré mejor.”
—I-Idiota, uhn.—murmuró ligeramente ruborizado, imaginando la maliciosa sonrisa del azabache. No importa cuanto tiempo haya pasado, aquel recuerdo se mantiene presente en sus memorias. Aprieta los ojos ante el inoportuno sonrojo que a ojos de Madara lo presenta tan tentador.
“No tengo intenciones de rendirme. Quédate conmigo.”
Siente como el calor sube hasta su cabeza. ¿Por qué precisamente ahora recuerda ese momento? Casi puede sentir aquellas manos acariciando sus mejillas.
Pat, pat, pat, el sonido de las gotas de vainilla impactándose contra el suelo.
—… “Quédate conmigo”—sus manos tiemblan ligeramente— ¿qué pasa conmingo, uhn?
La risa infantil proveniente del comedor llega a sus oídos como tierna melodía traviesa, delatando la ubicación del culpable. Suspiró poniéndose en marcha, apartando aquella escena llena de matices rosas. Antes de dar un paso fuera de la cocina echa un último vistazo y piensa en lo complicado que le será sacar esa infame mancha del mantel nuevo.
—Está en serios problemas. Está en serios problemas, uhn.—se repite por el pasillo.
De nuevo, la inconfundible risa juguetona aparece y Deidara llega al fin al comedor. Los ojos negros destellan al verlo en el marco y Maeko sonríe con la cara manchada de harina terminando de decorar el pastel. Deja la duya a un lado antes de deshacerse del holgado delantal y corre a abrazarlo.
—La cocina está…
—¡Yo lo hice sola papá! ¡Sin ayuda de nadie!—dice con orgullosa emoción al tiempo en que lo toma de la mano y lo conduce hasta la mesa. Deidara la sigue tranquilamente. Después la castigará haciéndola limpiar toda la cocina, la reprenderá por usar el horno sin supervisión y sonríe forzadamente mientras es arrastrado al pan con merengue encima—¡Mira, mira!—chilla de forma molesta al mostrarle el decorado—Son padre y tú, ¿te gusta papá?, ¿te gusta? Usé gomitas rojas para hacer las nubecitas de sus disfraces, ¡¿verdad que te gusta?! ¡Es para ti y para padre!...
Nubes rojas…
Akatsuki
—¡En la escuela papá! ¡En la escuela hay un libro con imágenes de ustedes!, ¿puedes creerlo?—Maeko aferró sus manos a la camisa verde, señalando la tarta—Casi no las vi, porque Zu-sensei llegó y escondí el libro—pronto comenzó a susurrarle, como si de un secreto se tratara—, porque ¿sabes? Tenía la insignia del…
—¿Tienes algo que ver en esto, uhn?—habló sombrío a la nada. La pequeña lo miró extrañado.
—Pensé que sería una buena lectura.—respondió calmo el Uchiha, apareciendo frente a ellos.
Maeko soltó al rubio y se lanzó a los brazos de su padre con una radiante sonrisa, olvidando el extraño comportamiento del primero.
—¡¿Lo has visto?! ¡Lo he hecho yo! ¡Yo sola padre!
—Ah~, eso explica el nefasto estado de la cocina.
—¡¿Eh?! No era mi intención dejarla así pero… ¡iba a limpiar, lo juro!
—Y lo harás—sentenció amablemente revolviéndole los cabellos—. Ten más cuidado la próxima vez, pudiste haberte hecho daño.
Ella curvó ambos ojos.
—Si le hubiese pedido ayuda a papá Dei, entonces no habría sido una sorpresa.
—¿Sorpresa, uhn?—murmuró.
La descendiente del clan asintió con un sonidito.
—Porque, porque hoy es San Valentín. ¡Oh!—exclamó recordando algo—casi lo olvido. Hice algo más, ¡ya vuelvo, no se vayan! ¡También lo hice sola!
—¿No se trata de otra habitación destrozada?
—¡Padre!—gritó ofendida desde lejos.
Después, hubo un corto e incomodo silencio entre ambos. Los pasos de Maeko ya no se escuchan y Deidara, con toda la calma que es capaz de reunir, preguntó.
—¿Donde está, uhn?
—Aquí.—sacó el libro de bingo de entre sus ropas.
—Tiene seis años—repuso—, ¿estas demente, uhn?
—No. Sabe hornear un pastel sin ayuda.
Guardó silencio, no entendiendo la retorcida lógica del mayor.
—Ella debe saberlo y entenderlo ahora que es joven.
Cuando estuvo por replicar, apunto de perder la paciencia las palabras del azabache resonaron con fuerza dentro de su cabeza.
—Si fueras ella, ¿odiarías a tus padres por ello?—se giró hacia él—¿Me odias a mí…?
No fue necesario que terminara la frase. Deidara lo sabía, sabía perfectamente a que se refería.
“…Mis ojos son distintos. Quédate conmigo.”
De inmediato el rubor se apoderó de su rostro.
—Es… di-diferente, uhn.
—Es igual—afirmó besando su frente—. Confía en mí.
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Seis años después…
—¡Yo seré la gobernante del mundo ninja y todos se arrodillaran ante mi grandeza!
Madara reviró los ojos.
—En lo único en que te convertirás será en quien lave los platos. ¡Andando jovencita!—ordenó atándole el cabello en una coleta—No puedo creer que a esta edad aun no sepas peinarte adecuadamente.
—¿No crees que es todo un honor que el hombre más apuesto y poderoso del mundo lo haga por ti? Me hace sentir como en las nubes.
—Eso no funcionará. No heredaste mi lado persuasivo.
Maeko frunció los labios.
—Lo aprenderé entonces.—aseguró encaminándose al lavaplatos.
—No lo harás.
—¡Lo haré!
—No.
—¡Sí!
—Cuando tengas tu propia organización criminal reconocida me uniré a ella.—sonrió divertido.
La rubia brilló.
—¡¿En verdad?!...¡espera, no cambies el tema! ¡Padre no huyas! ¡Vuelve aquí!
—¡Deidara tu hija tiene brotes terroristas de nuevo!
—¡Paren ya de vociferar estupideces, uhn!—exclamó asomándose por la habitación contigua.
El silencio reinó instantes después de percibir el hermoso accesorio en la cintura del artista*.
Fin..-.-.-.-.-
Notas de la autora: 1*: el delantal blanco y el pañuelo en la cabeza del mismo color para hacer la limpieza.
2*: Las bolsas con arcilla.
Sí, fin. Feliz pasado San Valentín. Originalmente este era para el 14, pero dado que leí el comentario de la moderadora Kytsu, pasa a ser un fic normal. A finales de febrero publicaré el otro.
Hay algunos o muchos errores, pido disculpas por ellos, pero de tantas veces que lo he leído tiendo a pasarlos por alto. De nuevo Maeko se ve involucrada y más adelante también podrán encontrarla.
Mmm, no me gustó mi fic, pero no es de extrañar. Quizás lo vea con buenos ojos pasado un tiempo. ¡Abrazos y dulces!