Soportó la húmeda sensación algunos minutos antes de detenerlo.─ No hagas eso.─y depositó un beso en su nariz.
Tama se quedó quieto. Absorto, mirando sin parpadear al rubio que le veía extrañado.
El minino soltó un débil maullido, luego hundió su pequeña cabeza en el abdomen de su dueño y maulló de nuevo. Deidara dedujo entonces que algo andaba mal con su vagabunda mascota. ¿Habría enfermado repentinamente? Se alarmó. No, lo había cuidado bien esos dos días… pese a que Tama llevara con él unas escasas semanas. Tal vez llevarlo con un experto sería lo mejor.
No. Resopló resignado. ¿Quién en su sano juicio atendería a la mascota de un Akatsuki?
─ O-oye, ¿qué ocurre? ¿Te duele algo?─lo acarició─ Hey…
─ Nya~…
Rió ligeramente. Oh, vaya, no era nada después de todo. Pronto, Tama se escabulló debajo de su uniforme… otra vez. La fresca risa resonó en la pequeña habitación. El artista terminó por deshacerse de la sombría prenda, dejando al descubierto al travieso gato. El cual nuevamente lamía su pecho escondido tras la pequeña camisa azul.
─ ¿Qué te sucede? Antes no hacías esta clase de…
“-¿Quieres parar? ¡Me molestas, uhn!”
“- Sólo quiero saber más de ti, Senpai ¿Acaso eso es malo?”
─ … cosas─susurró. Tama ronroneó suavemente. Una expresión impasible se albergó en su rostro mientras acomodaba al felino en sus brazos─ ¿Sabes?... ‘Él’ es imbécil y también fastidioso. Siempre dice cosas innecesarias, hace bromas estúpidas y nunca deja de hablar. No entiendo cómo le fue posible ingresar en Akatsuki, ¡y no es que me importe!─se apresuró a decir─ Pero no logro comprender… la razón por la que lo hace, uhn.
Tama parpadeó.
“¿Por qué insistes?”─ No lo entiendo─aclaró─. Que suerte que seas un gato. No tienes que lidiar con ese tipo de personas, ni te verás nunca en circunstancias similares. Creo que te envidio, uhn.
─ Meow, meow.
Suspiró débilmente. Un dejo de tristeza asomó en su mirada, restándole brillo al azul zafiro. Él era fuerte, no era un niño. No necesitaba de nadie. No necesitaba que se entrometieran en su vida. No lo necesitaba.
Que alguien como Tobi hiciera eso…
Porque, aunque no lo dijera, él actuaba como si estuviese interesado.
Como si se interesara.
Algo similar a importarle.
“Quiero saber la razón.”─ Ridículo, uhn.
El felino ladeó su peluda cabeza, moviendo de forma singular ambas orejas, comenzando a ronronear. Elevó las patas delanteras, ubicándolas contra el pecho del ojiazul y lo miró directo a los ojos. El amarillo confrontó al azul, dilatándose en el proceso. Maulló varias veces, como iniciando una conversación con su joven amo. Maullidos, ronroneos, pataditas, todo con precisa coordinación que claramente se podía tomar como ‘charla felina’. El rubio lo interpretó de esa forma. Luego se dijo que era una locura, una verdadera idiotez que sólo un infante haría. Claramente los gatos no hablaban ni intentaban hacerlo. Menuda estupidez sería creer lo contrario.
─ … ¿Tama tú que piensas? ¿Qué me aconsejas hacer, uhn?
Bah, un desliz de vez en cuando no le hacía daño a nadie.
Los maullidos no tardaron en salir del pequeño hocico. Deidara escuchó atento.
─ Oye, no entendí ni una palabra de lo que dijiste, uhn.
Tama pareció sonreír en respuesta y unió su nariz con los delgados labios de su protector, dejando a un sorprendido rubio. Al término del torpe contacto el animal se acurrucó sobre sus piernas, meneando la cola de lado a lado. El artista le regaló varias caricias, permitiéndose pensar que aquello había significado un ‘Yo te entiendo’ o un ‘Yo te quiero’. Cualquiera que hubiera sido, las dos le venían bien.
“-…me hubiese gustado pasar más tiempo contigo…”
Sacudió su cabeza en un vano intento por alejar las palabras ajenas. Algo andaba mal. Se sentía… extraño, no encontrando la palabra apropiada para definir su estado. Un agradable calor invadió su rostro al tiempo en que varios recuerdos acudieron presurosos a su mente. Momentos en compañía de Tobi. Las veces que trató de hacerlo trizas, las que lo amenazó, las veces en que discutió debido a por menores con él. También todas esas ocasiones en las que Tobi le ofreció mirar bajo su máscara y se negó orgulloso.
Sonrió divertido. Pese a todo, no era tan malo tenerlo a su lado. A veces podía ser un verdadero idiota, sin embargo su compañía llegaba a ser agradable. Hizo remembranza sobre las veces en las que el moreno se defendió contra sus agresiones y casi al instante lo notó:
Nunca lo hizo.
Hasta ese día Tobi jamás le había puesto un dedo encima en defensa propia.
Esbozó una sonrisa burlona.
- Ja, que tipo tan imbécil. Comportándose como un caballero, cuando… ¿eh?
Reflexionó. Haber, haber. Si Tobi era un ‘caballero’, eso lo convertía a él en una princesa.
¿No?
Palideció en cosa de segundos, y aún más rápido ardió en intenso rojo. Balbuceó algunas negativas a sí mismo como a Tama, terminando en un estado de shock luego de las patéticas excusas auto empleadas. Al final, después de tironear infantilmente de sus cabellos, se dejó caer sin gracia alguna sobre el colchón.
Los ojos ambarinos resplandecieron vigorosamente, simulando una sonrisa gozosa. Caminó por sobre aquel pecho y descendió justo en la oreja izquierda, propinándole un tierno beso al pasar su rasposa lengua sobre la desnuda piel. Deidara hizo una mueca y lo asió hacia él. Después Tama volvió a dormir.
¡Demonios! No era ninguna doncella para ser tratado como tal. Refunfuñó no por la palabra en sí, sino al rubor en sus mejillas. No podía ver coloreado pero definitivamente lo sentía. Ese calor intenso palpitando en su cara. ¡Ahgr! Cerró los ojos con la firme intención de olvidar esa idea suya. Esa espantosa conclusión claramente era producto del cansancio.
En cuestión de minutos cedió ante el sueño, cruzando la delgada línea hacia la inconciencia.
Uno…
Dos…
Tres y cuatro…
Cinco…
Seis minutos.
Un instante y los amarillos orbes se abrieron de par en par e instantáneamente después el ágil animal se incorporó, deshaciendo el gentil agarre. Tama contempló a su durmiente amo sentado sobre su vientre. Ronroneó con fuerza al percibir el sutil aroma a manzanilla que despedía el artista. Deidara usaba productos herbales, pero ninguno con esa fragancia. El color ámbar fue sustituido inesperadamente por el ónice. Negro como carbón. Reluciente al igual que la obsidiana.
─ “Suficiente por hoy. Estoy en mi límite.”Una última mirada a la irresistible imagen. Entrecerró los ojos. Una verdadera lástima estar tan cerca y obligarse a hacer nada.
─ Meow…─maulló bajo y saltó de la cama.
Una estela de humo fue el resultado al tocar el suelo y Tama se esfumó cual burbuja.
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Lejos, del otro lado de la guarida la oscura silueta del portador del Eternal se materializó. Sus labios perfectamente curvados, visibles gracias a la máscara que yacía ladeada a la izquierda de su rostro, demostraban perfectamente la alegría que desbordaba la productividad de ese día. Sea en la nariz, frente u otro sitio, un beso era un beso. La risa resonó grácil.
Madara sonrió satisfecho.
Poco a poco el hueco sonido de sus pisadas se perdió entre los pasillos.
Fin.
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Uff, en dos partes porque no me dejaba publicar.